Review: Gravity Ghost

Ahí va el capitán Beto por el espacio

Cuando buscamos la definición de arte, encontraremos un sinfín de explicaciones falopa con un lenguaje típico de snob pedante que quiere demostrar que sabe. Pero en una de esas vas a encontrar algunas personas que te ahorran escuchar o leer un desarrollo embolante para finalmente coincidir en que el arte es toda forma que tiene el ser humano.

Si bien aún los videojuegos no son considerados arte por los supuestos “jueces” que dictan que es arte o que no, actualmente la mayoría de las personas acepta que lo son. Gravity Ghost es uno de esos ejemplos o al menos intenta serlo. Si hubiera un museo Louvre o de Nueva York (museos donde se encuentran lo mejor de lo mejor en cuanto a arte) de videojuegos, seguro encontraríamos a Journey, Shadow of the colossus, varios Zeldas y muchos grandes títulos. Gravity Ghost no estaría ahí, más bien, siguiendo la analogía, sería un cuadro que encontraríamos en un paseo de artistas bohemios totalmente desconocidos. Por un par de billetes te llevás un gran cuadro para tu casa, pero no es La Gioconda.


Pintate algo

Es difícil describir el estilo de dibujo que utilizaron dado a que no me especializo en el tema y conozco lo básico. Pero se nota que muchos diseños fueron hechos a mano -en especial para las cinemáticas- para luego jugar con una paleta de colores simple. Incluso las animaciones de los personajes tanto en el juego como en las cinemáticas recuerdan mucho al querido y difunto Flash.



Otra cuestión difícil es pensar que ocurrió primero, si la historia o la jugabilidad. La historia es simple y triste, somos una niña que perdió su mascota y mágicamente aparece en el espacio con la oportunidad de volver a reunirse con ella. Es narrada cada vez que completamos una de las siete constelaciones. Al final de dichas constelaciones, nos encontraremos con su espíritu guardián, quienes requerirán que les hagamos un favor. También iremos conociendo mejor a los personajes y parte de la historia si logramos reunir a los diferentes espíritus de animales con sus difuntos cuerpos.

En cuanto a la jugabilidad, el propio título nos indica de entrada que todo se basa en nuestro manejo de la gravedad. Al situarse en el espacio, nuestra protagonista tendrá que aterrizar en cada punto de la constelación para recoger estrellas, habilidades y poderes que nos permitirán seguir avanzando. Cada astro tendrá su gravedad particular que nos atraerá o expulsará con menor o mayor fuerza. Es ahí donde haremos uso de los poderes que resguarda el cabello de Iona, el cual terraformará al astro según nuestra necesidad. Por ejemplo, con el cabello azul, transformaremos al planeta en agua, con el verde en tierra y así. Pero esto no será tan sencillo ya que cada estrella o planeta tiene un volumen diferente lo cual requerirá que nuestro cabello sea lo suficientemente largo para envolverlo y terraformarlo. Para hacerlo crecer, deberemos recoletar flores esparcidas en cada nivel y que se reducirá a medida que utilicemos los poderes hasta que aprendamos la habilidad de no consumir nuestro cabello. Estas habilidades las adquiriremos de manera opcional en fases bonus donde tendremos que liberar a la habilidad atrapada en un laberinto. Estas habilidades mejorarán mucho la experiencia ya que si bien el juego no presenta dificultad alguna y resolver los puzles es bastante intuitivo, no es fácil controlar a Iona. No sabemos si se debe a la física del juego o a una falla de respuesta de los controles pero se torna insoportable no lograr realizar ciertas combinaciones de movimientos por lo tosco que es el control.



Al final del día, o mejor dicho, de la noche ya que puede ser terminado en menos de tres horas, Gravity Ghost resulta una experiencia agradable y con una linda historia de amor animal que les piantará unn lagrimón hasta al más frío de los gamers. A pesar de tener un retraso de 4 años desde su anuncio para Playstation 4 y 4 años y medio desde su salida en PC, es un juego recomendable para quienes busquen una experiencia tranquila y sin frustraciones (no se puede perder) y puede ser adquirida por unos pocos dólares, como el cuadro que le comprás al ignoto pintor del callejón bohemio.

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